SUMÉRGETE EN ...
LA MEDICINA NATURAL


















    Durante mucho tiempo los remedios naturales, y sobre todo las plantas medicinales, fueron los principales e incluso los únicos recursos a disposición de los médicos para trabajar. A principios de este siglo, el desarrollo de la química y el descubrimiento de complejos procesos de síntesis orgánica desembocaron en dos sucesos:

Una nueva producción de medicamentos por parte de la industria farmacéutica.

Un aumento del volumen de productos farmacológicos que facilitó la atención a un mayor número de pacientes.

    Sin embargo, las plantas medicinales y los remedios que se extraían de ellas no quedaron totalmente olvidados. Sus reservas de materias primas fueron y siguen siendo explotadas para extraer de ellas sustancias irremplazables.

     A través de esta página web descubrirás sencillos  remedios y sabios consejos (frutos de la medicina tradicional) para prevenir numerosas enfermedades y ayudar a curarlas. 

 
 

     Aquí te presentamos los distintos apartados que te orientarán en tu viaje por el mundo de la Naturopatía:
 

Un poco de historiaUn poco de Historia

Cultivo de las hierbas medicinales

Consejos

Recetas

Fotos













UN POCO DE HISTORIA
Egipto: la Tierra de las Pirámides.

La Antigüedad y sus médicos

De la Edad Media a nuestros días.









Egipto: la Tierra de las Pirámides
     Los papiros hiératicos relativos a la medicina son los que nos han dado a conocer las materias médicas y la experiencia de los antiguos egipcios. El más valioso de esos papiros es el de Smith, que data de la primera mitad del siglo XVII a. C., también llamado papiro quirúrgico. Este texto es copia de otra obra anterior, que se remonta a los años 2.980-2700 a. C., denominado papiro quirúrgico Edwin Smith. Otros dos textos quedan relativamente próximos a éste: el papiro ginecológico de Kahun y Gurob y el papiro Ebers. El resto de los escritos o fragmentos de escrituras constituyen colecciones de recetas que copiaban los alumnos de las escuelas de medicina.

     Algunas recetas egipcias tenían mucho que ver con la magia; en ellas se mencionaban numerosas fórmulas infalibles.

     Se recurría en esas recetas a unas 400 materias primas, que
probablemente debían de existir en la antigua farmacopea egipcia:

  El primer grupo está formado por los siguientes elementos de origen animal: sangre, carne, leche, huevos y miel; pero, sobre todo, orina y excrementos.
 
 El segundo grupo lo componen los vegetales, entre ellos los árboles: la acacia, el melocotonero, el cedro, la palmera dalitera, la higuera, el granado, la palmera Hyphaena coriacea, el olivo, el algarrobo, el estoraque y el sicomoro. Entre las plantas no leñosas podemos citar el anís, la cebolla, el ajo, el trigo, la cebada, el comino, el eneldo, el cilantro, la lechuga, el loto, la adormidera, el cornezuelo de centeno, el pepinillo, la caña, el ricino, el cañacoro, la vid y la sandía. Se utilizaban todas las partes vegetales: hojas, flores, frutos, raíces, resina, madera, jugo, aceite, virutas y pajas, así como las cenizas y el humo.

 El tercer y último grupo es el de los minerales: representados en este caso por el alabastro, el antimonio, la arenisca, el lapilázuli, el salitre, la arcilla, la sal común y el plomo.

     Los preparados eran absorbidos en forma de polvos, píldoras, supositorios, terrones, tortas o galletas. Para las aplicaciones externas se preparaban ungüentos, pastas y purés.






La Antigüedad y sus médicos
      Los médicos antiguos preparaban personalmente sus medicamentos sirviéndose para ello de las sustancias que les suministraban los herboristas (rizomas) y los mercaderes (farmacopolas). Algunos de éstos no eran nada más que auténticos estafadores que preparaban todo tipo de pociones mágicas, productos de belleza, filtros de amor y venenos. Los demás, por el contrario, los más numerosos, se dedicaban honradamente a las plantas medicinales, dejando a la posteridad croquis, esquemas, descripciones de plantas e indicaciones sobre sus efectos.

Hipócrates fue llamado desde la Edad Media el "Padre de la Medicina". Nació en Cos, en el mar Egeo, el año 460 a. C., y murió en el 377 a. C. en Larisa (Tesalia). Formaba parte del grupo de los "médicos" que hacían remontar sus orígenes hasta el dios fundador de la medicina, que normalmente era representado en la escultura griega por una caña rodeada por una serpiente y que luego se convertiría en el Esculapio de los romanos.

      Las reglas de Hipócrates y su ética médica continúan en vigor en nuestros días, a pesar de los dos milenios y medio que nos separan del célebre médico; y aún,  los futuros médicos siguen pronunciando el juramento hipocrático.

    Según Hipócrates, las funciones fisiológicas dependen del equilibrio entre los cuatro principios elementales: la tierra, el agua, el fuego y el aire. Estos cuatro elementos están representados en nuestro organismo por los humores:
la sangre, la flema, la bilis amarilla y la bilis negra. Cuando son producidos de forma armoniosa, el hombre conserva su salud; cuando varían sus proporciones o se altera su temperatura, cae enfermo.

    Fue también en la época de Hipócrates cuando apareció la teoría de la relación entre la forma de las plantas y la enfermedad cuya curación se les atribuía (teoría de las señales). Es la propia naturaleza la que nos enseña (natura signa) el poder medicinal de los vegetales. Así, los rizomas amarillos del ruibarbo se empleaban contra la ictericia; las hojas de la hepática contra las enfermedades del hígado; la pulmonaria contra las del pulmón;...

    Los médicos griegos se hicieron famosos y adquirieron renombre por sus éxitos en todos los países de la cuenca mediterránea, especialmente en Roma,  donde muchos de ellos hicieron una brillante carrera.







De la Edad Media a nuestros días
      La transcripción de manuscritos en los monasterios condujo, durante el transcurso de la Alta Edad Media, a la aparición de una medicina llamada monástica, que se caracterizaba por recopilaciones de escritos referentes a las virtudes medicinales de las plantas.
Pero fue el decreto de Carlomagno (768-814), el célebre capitular De villis (812), el que al ordenar oficialmente a los conventos y a los grandes explotadores el cultivo de hortalizas, plantas medicinales y determinados árboles y flores, contribuyó en gran medida a impulsar el desarrollo de la medicina popular.
      En Alemania, el siglo XII quedó marcado por un insigne personaje: la célebre abadesa y herborista Hildegarda de Bingen (1098-1179), a quien debemos dos tratados: "Physica" y "Causae et curae". Los escritos de Santa Hildegarda tuvieron una gran resonancia en la formación de la nomenclatura alemana de las plantas medicinales. Por primera vez aparecieron entonces los nombres locales junto a las denominaciones latinas.
      En Italia, fue en Salerno donde se formó, en el siglo X, una escuela de medicina basada en los autores clásicos de la antigüedad y en la medicina árabe. Esa escuela se convertiría después en un auténtico modelo para las universidades que le sucedieron.
      A partir del final del siglo XII, la herboristería pasó por un período relativamente ingrato. Las antiguas enseñanzas iban cayendo poco a poco en el olvido, mientras que las nuevas apenas se extendían. El pensamiento filosófico se encontraba bajo la influencia escolástica, que se basaba sobre todo en discusiones filosófico-eruditas; pocos se dedicaron a las ciencias naturales y a la observación directa.
    En la primera mitad del siglo XIV, Simon de Gênes y Mattaeus Sylvaticus revisaron y relacionaron los nombre botánicos, árabes y griegos con los latinos, facilitando así la tarea a los herboristas venideros.
    Se produjeron después dos acontecimientos de una incomparable trascendencia para la ampliación del campo de la ciencia botánica: la invención de la imprenta, por Gutenberg en 1.450, y el descubrimiento de América por Cristóbal Colón en 1.492.
    Estos acontecimientos tuvieron como consecuencia directa la creación de numerosos herbarios impresos y la importación a Europa de una multitud de nuevas sustancias.

    Sin duda el más célebre de todos los herbarios es el escrito por el italiano Pierra André Mattioli (1.501-1.577). Constituye una clásica colección de todos los conocimientos del siglo XVI en el campo de las plantas medicinales, tanto locales como foráneas. Constituye una transición entre las antiguas recopilaciones de plantas y los tratados botánicos-científicos, e incluye también una apreciación farmacológica de los resultados obtenidos.

    Los nuevos descubrimientos, los viajes trasatlánticos y la imprenta también contribuyeron al desarrollo de la química médica.

    Un elevado número de químicos, médicos y farmacéuticos de la Edad Moderna participaron en la posterior evolución de la química farmacéutica y en el estudio de las sustancias activas de las drogas que se utilizaban.

    Gracias a la obra"Manual de farmacognosia", del profesor suizo Alexandre Wilhelm Oswald Tschirch (1.856-1.939), esa disciplina, el estudio de las plantas medicinales y de las sustancias de origen natural, pudo ser situada entre las ciencias reconocidas como tales.



    En los tiempos actuales presenciamos cómo en numerosos institutos, empresas farmacéuticas o clínicas de los países industrializados se continúa intensamente la investigación y el estudio científico de las plantas medicinales. Este estudio se realiza en dos direcciones: por una parte, se aplican métodos modernos de investigación química y física al estudio de las materias activas de las plantas utilizadas por la tradicional medicina popular, y se verifican sus efectos farmacológicos en la práctica clínica; por otro lado, se estudian nuevos medicamentos en regiones aún poco conocidas, selvas vírgenes y junglas (la llamada medicina verde). Estas regiones esconden efectivamente numerosas plantas medicinales cuyos efectos nos son todavía ignorados y que crecen en lugares que están fuera del alcance de nuestra civilización; sólo los indígenas las conocen y corresponde a nuestra medicina naturista el descubrirlas.