La escultura fue comenzada cuando el artista tenía 26 años, en 1501, es por tanto una obra juvenil y terminada en 1504. Tras una estancia de cinco años en Roma, donde ha esculpido su maravillosa Pietá del Vaticano.
El primer problema que el encargo le plantea es el tamaño. El escultor se inclinaba hacia las figuras colosales, con mayor motivo en este caso, una estatua que se desea símbolo de una ciudad y que ha de situarse en un pedestal en sitio público, requería un bloque de mármol de proporciones enormes. En esta ocasión disponía de un magnífico bloque de mármol que se encontraba a medio desbastar en el patio de obras de la catedral desde hacía cuarenta años, cuando el gremio de tejedores de lana había encargado una estatua de profeta, que un escultor no había sido capaz de cumplir. Su forma alargada y estrecha le obliga a hacer una obra casi plana, en la que no puede permitirse ninguna contorsión. El David está concebido como la figura de un relieve, la sabiduría del escultor radica en haber sabido concentrar en una figura sin formas centrífugas, de miembros que se contienen en torno al tronco, toda la tensión dinámica de un cuerpo vigoroso.
El enorme atleta desnudo rompe además con la iconografía tradicional, en la que se representaba a David como una figura pequeña, con frecuencia todavía adolescente. Podemos apreciar en ésta escultura, los rasgos miguelangelescos:
La terribilitá el carácter terrible, amenazador, de sus gigantes que adoptan gestos dramáticos.
La figura de casi cuatro metros y medio de altura está en tensión, la pierna derecha en que se apoya, el pie izquierdo que se aleja, la mano con la honda, el codo doblado, el cuello que gira... ni un solo miembro se encuentra distendido o estático; no obstante se rompe cualquier sensación simétrica (equilibradora) con una mayor tensión del brazo y pierna izquierda.
El movimiento contenido, centrípeto, con líneas de fuerza que retornan hacia el bloque, a diferencia del movimiento centrífugo del barroco, de miembros que se dispersan, es evidente sobre todo en las manos, una casi unida al hombro, otra apoyada en el muslo.
La cabeza, nos permite percibir la pasión del rostro, con su intensa sensación de vida interior, de figura que respira, casi jadeante, a la expectativa de un acontecimiento culminante. Es la misma expresión fuerte, patética, del Moisés, del Esclavo, del Pensieroso...
La perfección anatómica de los miembros retrata uno de los modelos ideales del cuerpo humano.
Se ha considerado el David como un símbolo de la libertad.