Con mucha frecuencia , los padres muestran una gran preocupación por algo que les ocurre y que les resulta muy difícil expresar; esta sensación suele dar origen a un sentimiento de desesperanza y de frustración del teórico papel de madre/padre. Tiene que ver, más que con la conducta concreta de sus hijos, con la existencia de un sentimiento negativo en relación a ellos (que les resulta difícil admitir). Es lo que podemos llamar un problema en la relación amorosa/de cariño con los hijos.

        Suele aparecer cuando el hijo empieza a ser mayor (preadolescencia y adolescencia). Como veremos, esto se debe a que es en ese momento cuando nuestro hijo empieza a manifestar una personalidad propia, una forma de comportarse, una forma ideosincrásica de hacer las cosas y sus cosas. Son problemas de relación, y los padres, y muchas veces la madre dirían aquello de: "No puedo soportar su presencia", "En realidad no me molesta por nada en concreto... o mejor, parece que me molesta todo lo que hace". Es cómo si pronto se hubiese roto esa forma de ver a nuestros hijos absolutamente idealizada y acrítica ("Todo lo que hace me gusta, me agrada") para pasar a ser excesivamente críticos con todo lo que hacen. De este modo, se pasa de "disfrutar con su sola presencia" a que nos preocupe su presencia y nos incomode (lo cual genera un fuerte sentimiento de culpa y una continua búsqueda de explicación).

        No es un problema de comportamiento de los hijos, entra más bien en la esfera de las expectativas que nos hemos creado en relación a nuestro hijo en concreto y que consideramos se van a bajo al observar cómo se comporta.

        También puede ocurrir que los padres consideren erróneamente que en todo momento la relación con los hijos ha de ser gratificante, agradable, por su sola presencia, cuando la relación con una persona puede no ser agradable y fundamentalmente será agradable en la medida en que esa relación nos refuerce.

        En nuestras relaciones diarias, cuando nos llevamos bien con una persona, al verla nos alegramos. Lo hacemos porque tenemos la expectativa de que, como otras veces anteriores, vamos a poder pasar un rato agradable y distendido con ella. Eso es, lo que muchas veces se pierde, a cierta edad con nuestros hijos.

        En definitiva, se deberían analizar los pensamientos que anteceden a una emoción desagradable, lo más seguro es que yo descubra el motivo del estado de ánimo, del malestar.

 

    ¿CÓMO CAMBIAR ESTO?

        El primer paso para modificar estas creencias es su identificación. Los padres deben adquirir conciencia de sus pensamientos automáticos, reconociendo que sus pensamientos y conclusiones son a menudo inferencias, no hechos, y que la manera cómo procesa la información es falible y está sometida a la distorsión de lo que percibe.

        Por tanto, es importante:

en primer lugar, adoptar una actitud de reconocer los problemas e identificarlos como paso previo para poder abordarlos,

en segundo lugar, que la conducta (la normal y la considerada anormal) se aprende, y por tanto, puede ser modificada a través de la aplicación de ciertos principios psicológicos;

y en tercer lugar, que nuestras emociones negativas interfieren el proceso de resolución de problemas, emociones que son consecuencia de nuestra peculiar forma de pensar, de nuestro diálogo interno, de nuestros pensamientos que deberemos descubrir, discutir y eliminar

 

     ¿CÓMO DIALOGAR CON LOS ADOLESCENTES?

        Lo importante es motivar al sujeto, crear en su entorno un clima de confianza y libertad que le estimulen e induzcan a la colaboración. Logrado ésto todo lo demás resulta fácil y casi viene por sí solo. Porque, aunque el adolescente sea complicado y contradictorio, sigue siendo sincero y confiado. No tiene excesivos repliegues ni ha caído en la hipocresía de muchas personas mayores. Por eso, cuando se convence de que su problema es común a cualquiera de sus compañeros, la confianza en el orientador o los padres se acentúa. Más aún cuando observa que con su colaboración y su esfuerzo cambia su actitud y mejora su personalidad (es decir, cuando ve los frutos de su esfuerzo), el adolescente se siente aliviado, recuperado, casi seguro.

¿Cómo mejorar la relación en general con el adolescente?

    Algunas estrategias que podemos seguir son las siguientes:

Hablarle en lugar de criticarle y gritarle.

Compartir con la pareja las tareas disciplinarias.

Alabarle cuando haga algo bien.

Abrazarle de forma espontánea alguna vez al día.

Interesarse por sus cosas.

 

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