Su toma iba a significar uno de los episodios más sangrientos de la guerra en todo el territorio nacional. La ciudad, fue controlada desde el primer momento por las autoridades republicanas pues las fuerzas armadas -Regimiento, Guardia Civil, carabineros y guardias de asalto- se mantuvieron fieles al régimen legalmente constituido tras la decisión inicial del ejército en este sentido. Sin embargo, pronto hubo ocasión de comporbar lo ambiguo de esa fidelidad, con motivo de la sublevación que encabezaron durante el 6 y 7 de agosto algunos miembros de las Guardia Civil y de Asalto. Los hechos comenzaron la noche del día 5 con un intento por parte de numerosos milicianos de asaltar la cárcel, protegida como era preceptivo por guardias de asalto, al objeto de fusilar a los derechistas allí detenidos. |
Tras asegurarse la conformidad del capitán Pérez Almendro y el comandante José Vega Cornejo, el 6 se declararon en rebeldía contra la República, sin que sea posible asegurar si lo hicieron movidos por su clara adhesión al alzamiento y confiados en una pronta ocupación de la ciudad por los nacionales, o simplemente empujados por unos
acontecimientos que les habían impulsado a refugiarse en el cuartel. Hacia las cuatro de la tarde llegaban allí el coronel Puigdendolas y el comandante de asalto, Benítez, para intentar que los rebeldes depusieran su actitud. No sólo no lo consiguieron, sino que, incluso, fueron detenidos. A partir de este momento los sublevados fueron sometidos a un durísimo asedio. |
Durante la jornada siguiente eran ocupados la Sierra de San Serván y el pueblo de Esparragalejo cercanos al núcleo emeritense. Luego continuaron su progresión hacia el oeste por la margen izquierda del Guadiana, teniendo como guía la carretera general. El 13 se tomaban los pueblos de Lobón y Talavera la Real, situándose al mediodía todas las fuerzas en las cercanías de Badajoz.
A la llegada de las fuerzas nacionales a sus inmediaciones, unos 6.000 hombres bien organizados, preparados y dotados de armamento, la resistencia republicana estaba integrada por unos 500 a 600 militares profesionales (Regimiento de Infantería, Guardia Civil, Carabineros y Fuerzas de Asalto) al mando del coronel jefe del Regimiento, José Cantero Ortega y un número considerablemente superior, entre 5000 y 5500 según algunos testimonios
orales, de milicianos a las órdenes de Puigdendolas con más voluntad que preparación y medios técnicos.
Desde ese punto de vista, los obstáculos para la toma de la ciudad y su carácter sangriento procedieron más de la cifra de milicianos presentes y el ardor que pusieron en la lucha que de su organización y buena estrategia defensiva.
A las tres de la tarde comenzó el bombardeo sobre la población. Apoyándose en este fuego artillero, Yagüe ordenó atacar, en una operación de envolvimiento, el casco urbano. Asensio desplegó sus unidades a caballo, y tras fuerte fuego de fusilería, consiguió ocupar el barrio de San Roque con el II Tabor de Regulares y la IV Bandera de la Legión; Castejón, con el V Tabor y la V Bandera legionaria, supera por el sur los fuertes de la Picuriña y Pardaleras, consiguiendo controlar el cuartel de Menacho después de durísimos combates. Unos y otros hicieron noche en estos importantes puntos estratégicos, a partir de los cuales se efectuaría en la jornada siguiente el asalto definitivo a la ciudad. |
Por el norte se rodearon las murallas para alcanzar la parte alta de la población, cruzándose luego el Puente de las Palmas. Por último, la V Bandera al mando de Castejón entraba por la Puerta del Pilar y ocupaba el cuartel de la Bomba. Tras duros combates en las calles pacenses entre "pacos" y soldados a lo largo de toda la tarde, al anochecer eran anulados todos los focos de resistencia y se reunían las fuerzas rebeldes en la plaza de San Juan. El coronel Puigdendolas y otras autoridades republicanas habían conseguido huir, en diversos momentos de aquella tarde, hacia Portugal, mientras los milicianos que pudieron escapar se dirigieron unos hacia la zona de Don Benito, en poder de los republicanos, y otros a Madrid con objeto de incorporarse a su defensa. |